El Mirador de Guatifay

gregorio

Por Gregorio Barreto Viñoly

 

 

De las muertes de cochino en la antigüedad

Algo que ahora apenas se pone en uso y antiguamente era una verdadera fiesta fueron las populares “Muertes de Cochino”, y eso abundaba bastante, porque la mayoría de los hogares rurales criaban al menos un cochino al año, y algunos hasta dos y algunos pocos hasta tres, y estos eventos se hacían en días domingos normalmente, y verdaderamente, aparte de la gente de la casa, solían invitarse a algunos parientes cercanos, amigos y otras personas más allegadas, utilizando normalmente algo de vino de la propia casa o familia, y si no se compraban unos litros, y no podía faltar uno que sirviera de matador, y también se pensaba contar con personas que ya tuvieran alguna experiencia en estas tareas que conllevaban las muertes de cochino, y así también había que contar con un saquito de sal para salar las carnes, tocinos y huesos, en una época en que aún no se contaba con el hielo, ni neveras o congeladoras, que tanto abundan ahora.

 

A veces, costaba matar el cochino, porque se le clavaba el cuchillo a nivel de la garganta con destino al corazón, pero se fallaba en la cuchillada a veces, y algunos matadores decían “Vaya una cochinita mala de morir”. Luego se sometía a quemarse sus pelos con aulaga y se afeitaba con grandes cuchillos. Se buscaba música a animar.

 

La gente se dividía y distribuía en las labores o trabajos a hacer, y así una faceta importante era la de vaciar las tripas, cosa que hacían las mujeres, para hacer morcillas, y para eso, una vez limpias, rellenaban las mismas con bizcocho molido, pasas, almendras, azú- car y otros elementos alimenticios. Lo principal era el “Caldo Ajogao”.

 

Una persona se entretenía en asar carne para ofrecer a los invitados, siendo éste un buen rato para aprovechar de dialogar y cruzarse algunas palabras, y beber un vinito.

 

Otra persona se dedicaba a partir los huesos, y la cabeza, de la que se sacaban o aprovechaban los sesos, que eran muy sabrosos. Del cochino se aprovechaba todo.

 

Era el matador el que se encargaba de descuartizar y separar la carne del tocino, y hacían las cortadas cruzadas en el tocino para luego irle poniendo la sal, y aparte se colocaba la carne, a la que también se le hacían cortes cruzados, pero todo se ponía luego sobre una mesa antigua de tea, y de ella escurrían los salitres, y esa carne y tocino se dejaban fuera unos tres días, y luego se recogía para guardar y algo se guardaba en salmuera, pero la más utilizable se dejaba más a mano para ir gastando.

 

El producto sacado de la muerte del cochino, era uno de los elementos que se gastaban a diario en la casa, pues de las bañas se sacaba la manteca, con sus chicharros, que eran muy buenos, y también se hacían chorizos y se sacaban otras utilidades, y así el tocino también se aprovechaba en fritura, y la manteca se aprovechaba con gofio, y hasta con higos de higuera, que se pasaban a veces por la sartén, que eran muy buenos.

 

Aunque ahora parezca raro, es de recordar que fuera de los actos de la muerte de cochino en sí, había personas antes, en especial vecinos, amigos o conocidos, que cuando uno de ellos mataba un cochino, ya tenía a alguien que le esperaba para que le prestara el rabo, que en realidad se conocía por “El Templero”, y se lo prestaba por dos o tres días, para que sometiera al rabo a sacarle jugo en un puchero, y luego lo devolvía, y es que se decía que el Rabo era lo más sabroso del cochino y que era para el matador

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