Supe de su muerte y la sentí cercana, el corazón se apretó y se me secó la garganta. Pedro era para mí de esas personas que siempre estaban. Me acercaba a comer a Máguez y estaba, pasaba por el billar en Haría y estaba, bajaba o subía Trujillo y estaba. Nunca pensé en su edad y menos en que llegaría el día en que ya no estuviera.
Me acuerdo de mis suegros, porque sienten la muerte del amigo, de sus hijos, de sus más allegados y sus nietos, pero sobretodo me acuerdo de él. Del hombre correcto, del amigo, de su imagen impecable de ropita limpia y siempre planchado, del incansable viajero, lo recuerdo hasta gratamente sorprendida apoyando a los jóvenes en alguna conversación.
Pero sobre todo me acuerdo de su finca en Trujillo, me estoy imaginando las frutas en el suelo, las uvas pasadas en las parras, los arboles llenos de bichos, la falta de un poda… la tristeza que da la visión de una tierra abandonada. ¡Otra más!
Su finca ha sido siempre el reflejo de sí mismo.
Siempre atendida.
¡Pedro! ¿Y ahora qué?
En Lanzarote el paisaje es patrimonio, es cultura, identidad, es el esfuerzo por sacarle algo de vida a esta tierra dura en sequía eterna, y nuestro paisaje, el de Haría, el que otrora fuera un vergel de fincas plantadas de cebada, millos, habas, papas, hoy es un basurero de aulagas. Es la foto de un paisaje muerto, propiedad de hombres que también han muerto.
Sé que el campo es duro, que no hay agua, pero acaso… ¿no es más duro el paro, el hambre? ¿Podríamos hablar de recuperar al medianero?
Creo que Don Pedro Caraballo como otros muchos, se merece que al bajar Trujillo nos imaginemos como será, no como fue, que recuperemos esa parte de la historia que hizo grande a Lanzarote gracias a ese gente dura que tanto trabajó el campo. Si, podemos. Y quien dice Trujillo dice Las Macebas, Las Quemadas, La Montaña, Los Castillos, Gayo, Los Rincones….
Porque aunque no nos demos cuenta, algo de nosotros está muriendo también.
Nieves de León
