Balcón de Haría

gregorio

Por Gregorio Barreto Viñoly

 

 

Peripecias por los fiados de antes, en las tiendas, con ruinas para los dueños

 

No cabe duda de que la pobreza es algo que siempre ha existido y algunos hogares pudieron salir adelante mejor que otros, aunque fuera ‘trampiando’ en una gran parte de las ocasiones.

 

Antes las familias eran muy numerosas y se llegaba a tener ocho, diez, doce y hasta dieciséis hijos, que con los jefes de la casa, son dos más, y para mantener la casa, normalmente no había sino el salario de un peón, que lo era normalmente el cabeza de familia, si es que tenía trabajo.

 

Y aparte de ello, en todas las casas había de cuatro a ocho cabras, con su leche y queso y más derivados, aparte de cochino, y los hijos desde ocho años ya se iban a coger hierba antes de ir a la escuela o no iban a la escuela, porque antes había que emplear los niños de criados, como las niñas también de criadas o niñeras, y también había que ayudar en las labores agrícolas del padre desde la madrugada, cumplidos los ocho años, y es que había que vivir y sacar la casa adelante como fuera.

 

En los pueblos, de una manera general, había algunas tiendas y solían llamarse también lonjas o lojas, además de alguna cantina, aunque más bien estas ocupaban una parte de la llamada tienda, cogiendo un rincón o parte de atrás.

 

Las mujeres o amas de casa eran las que hacían las compras en la tienda y las que se entendían a efectos del pago con los tenderos, y lo normal era que empezara a comprar en una tienda todos los días o de seguido, pero cuando ya el tendero le ponía pegas para que pagara lo que debía y se le advertía de que no se le iba a fiar más, entonces estas mujeres se iban a otra tienda, y cuando ya tenía una buena cuenta de fiados y se le advertía de no fiarle más, se iban a otra tienda, donde hacían lo mismo hasta que le volvieran a advertir, y así se iban a varias tiendas y a todas les debía, y eso no se podía aguantar por mucho tiempo, porque los tenderos eran pobres.

 

En unas condiciones de tanto fiado, y encima algunas tiendas llegaban a tener a veces hasta algún robo, ya la cosa se hacía imposible y así muchas llegaban a cerrar por no poder soportar tanto fiado, con todas las cargas y encima mantener su familia, pero antes se llegaba a notar que el dueño o dueña de tal cantina estaba arruinado o arruinada y así solía decirse, “se le metió la cocina”, o “se le metió la cochina del lomo colorado y le josó todo”.

 

Algunos de los tenderos, para llamar la atención con los fiados y advertir, solían poner letreros en las puertas de fuera de la tienda, y me voy a referir al pueblo de Máguez, por más conocido, y Don Gregorio Martín Doreste, conocido por Gregorio el Cojo, que era muy ocurrente, llegó a poner en su puerta, que era en la Calle Las Casillas, donde luego puso tienda también Francisca Dorta Dorta, y donde ahora vive Don Pedro N.H., con esta leyenda: “Aquí falleció el fiar, y el prestar también murió, y como esta tienda es mía, en adelante ni doy, ni fío, ni presto”.

 

También Don José Rodríguez Acosta, conocido cariñosamente por José el Bonito, puso un letrero que decía: “Hoy no se fía, mañana sí”, y algunos otros. Era muy gracioso y ocurrente. También Don Ambrosio Ramírez Curbelo, en su tienda El Reboso de Órzola, puso al menos uno como “Pórtense bien o me descuelgo”, debajo de una fusta que tenía colgada.

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