Balcón de Haría. Por Gregorio Barreto Viñoly

Gregorio BarretoAlgunas anécdotas de antes, que aún se recuerdan, en los viajes a Arrecife

 

Es bueno recordar algunas anécdotas que se comentaban en la antigüedad, con motivo de las idas y venidas a la ciudad de Arrecife, capital de la isla.

 

Digamos que antes de 1920 no había vehículos que fueran a Arrecife, y la gente que tenía necesidad de traer algo de la capital tenía que arreglársela por su cuenta, bien por la propia carretera, hasta caminando, en que tardaban un montón de horas, bien fuera por enlace de caminos o también utilizando sendas o campo a través por allá de las montañas y de las llanuras, y había soldados que estaban en el cuartel y servían en Arrecife, y otras personas que hacían frecuente estos trayectos y digamos que algunos lo hacían por necesidad porque estaban en el cuartel, como se dice, y algunos siendo aún solteros, pero disfrutaban así de un permiso de sábado a lunes y este recorrido lo hacían con todo gusto, aunque a veces, con la gran oscuridad llegaban a perderse, pero venía otra semana y hacían lo mismo, y contentos, porque así veían a la mujer y a los supuestos hijos y más familia, que hubiere.

 

Algunos en la antigüedad ya cogían un carro tirado por burros y algunos con caballos o mulos, pero digamos que de esta modalidad tenemos un gran ejemplo o modelo, como lo fue el carrero profesional, que fue el hariano Don Damián Corujo Armas, que tenía la misión de hacer mandados y recados, y se hizo muy popular en su época, a principios del siglo XX, y había fotografías de este hombre en su carro, con otras personas, y se hizo muy corriente y cotidiano en el vecindario, el ver la figura de este hombre.

 

Ya a finales de los años de 1920 se situaron en el municipio dos camiones mixto, que llevaban a Arrecife algunos pasajeros y carga, y estos camiones eran de Don Ventura Acuña Quintero, que luego cedió a su cuñado Don Martín Reyes Gutiérrez, y Don Juan González Fierro, que procedía de Teguise y se situó en Máguez, y los dos camiones en especial cubrían las necesidades que la gente demandaba entonces, entre los que se encontraban muchos estraperlistas, que estaban situados en la zona.

 

Ya después se fue acrecentando la flota de camiones que hacían este recorrido, con varios más, uno de Juan Pérez Betancor, y algunos otros entre los años de 1940 a 1960.

 

Pero cuando empezó con más fuerza a haber medios de locomoción para hacer este recorrido fue a partir de la llegada de las guaguas, de la compañía Gildez o Gil Hernández y Hermanos, a principios de los años de 1950, que ya cubrían decentemente el servicio de transporte de personas de Haría Arrecife y viceversa, aunque ya desde los años de 1942 el vecino Don Domingo Cabrera Delgado se estrenó con este servicio de guaguas, que tenía una pita que decía María Jesús, que era el nombre de su mujer, y llamaba la atención esta pitada.

 

El primer chófer que tuvo la guagua de la compañía Gildez, que se le decía ‘La Exclusiva’, fue Don Alpidio Curbelo Romero, conocido por Nicolás, y estaban de cobradores Don Ángel Rodríguez Quintero y Don Antonio Páez Stinga, más tarde, Caraballo.

 

Don Teófilo Betancor Bonilla vendía números de lotería y se enrolaba en estas guaguas y la gente se interesaba con él.

 

Surgieron dos anécdotas en aquellos tiempos, y una de ellas era que la gente preguntaba si había llovido a Nicolás o Juan Sosa y estos respondían siempre “En Tahíche ni una gota”.

 

En una ocasión en que venía un pescador con su casnada, ante el vuelco del camión de Don Juan Pérez, el pescador preguntaba “A Juan Pérez, y la casnada”, y Juan Pérez se cabreaba, al no valorar el que había escapado del accidente, sino la casnada.

 

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