Balcón de Haría. Por Gregorio Barreto Viñoly

gregorioEn torno a las antiguas muertes de cochino con una fiesta familiar

 

Ya en este espacio se han hecho referencias a las antiguas muertes de cochino, que conllevaban al fin una fiesta familiar en la casa del promotor, con discos y folclore local.

 

Hay que tener en cuenta que en todos los pueblos de Lanzarote se llevaba a cabo la entonces popular muerte de cochino y hay que valorar que casi todas las casas tenían su cochino preparado para celebrar cada año una fiesta familiar, comiendo y bebiendo en torno a la matazón, pero hay que tener en cuenta además que eran muchos, normalmente los más pudientes, los que tenían en su casa para matar más de un cochino, pues dos eran muchos los que los tenían, y hasta tres, aunque estos ya pocos, y todo acabó en los años de 1980.

 

Normalmente se tenía un cochino grande, preparado para la matazón y tenían ya preparado otro cochino más chico para ir engordando poco a poco, e incluso uno pequeño.

 

Estos animales se guardaban normalmente en un corral que se hacía expreso con piedras grandes sueltas, detrás de la casa, y hasta allí se le llevaban frecuentemente todos los desperdicios de la casa, como restos de comida que ya no se aprovechaba por la gente, pero también se le llevaban muchos higos de penca en su época, pero también ralas de afrechos y también millo de la tierra, que entonces había mucho en todas las casa, cuando entonces no había piensos elaborados como luego apareció este alimento para los animales domésticos.

 

Estos cochinos eran de color negro y no muy grandes, y cuando ya se mataban pesaban entre unos 80 y 100 kilos, y no había enfermedades, pero en los años de 1980 empezaron a aparecer unas tremendas epidemias de la enfermedad denominada como la peste porcina, fiebre aftosa, y otras, que fueron acabando con la crianza de estos animales, y daba una gran pena el ver a un lado y otro cochinos hermosos con más de cien kilos, muertos por estas enfermedades convertidas en plagas, que ya ni los veterinarios podían remediar. Luego aparecieron unos cochinos blancos del Cabildo, más grandes, con menos calidad.

 

Estos cochinos se solían matar de forma primordial los domingos, ya que ese día era motivo de celebrar la fiesta familiar del año, y solían matarse en los meses de octubre, noviembre y diciembre preferentemente, y eso venía bien a la gente porque se mataba el fuerte frío con la grasa de estas carnes y con algún traguito de vino, que por cierto, entonces, también había una pequeña bodeguita en casi todas las casas, y a esta fiesta eran invitados algunos familiares, vecinos y allegados y todo el mundo contento.

 

En esta matazón había trabajo para toda la gente de la casa e invitados, y así se hacían morcillas con la sangre y más ingredientes, limpiando muy bien las tripas, y se asaba carne por las personas más acostumbradas, pero también el matador atendía a descuartizar el cochino, separando la carne limpia, el tocino, los huesos y se tenía una mesa vieja preparada para poner encima los restos del cochino, mediante un salado adecuado, para lo que se compraba un medio saco de sal, normalmente en las salinas del municipio como Órzola y Punta Mujeres.

 

Se solía dar un regalo de carne, huesos o tocino, a algunos familiares y vecinos más asiduos o acostumbrados, y eso era norma y se agradecía mucho de forma mutua.

 

Se sabe que también hubo una costumbre en la antigüedad, de prestar a los más allegados el rabo, que era lo más sabroso para sacarle gusto y luego se devolvía al dueño, lo que tenía un nombre específico, templero, pero de último no se sabía de ello.

 

Pero esta costumbre se mantenía empezando por que había personas que tenían cochinas hembras, y se valían de un barraco y así tenían muchos cochinitos chicos para criar y vender y se obtenían buenos ingresos por la venta de estos cochinitos.

 

Luego se contaba con un castrador, ya que los cochinos castrados se hacían más grandes. Para la matazón ya se contaba también con un matador y había varios prácticos en esta matazón en todos los pueblos.

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